martes, 15 de septiembre de 1998

Capítulo VI. Sus ojos esmeralda nos alumbraron




Sonaba una canción en portugués, la había oído antes, un mantel azul y unas flores violeta. Unas manos sobre la mesa con el impulso de rozarse, unos ojos tristes esmeralda. Yo la miraba intentando llenar aquel vacío que nos unía y separaba a la vez.


Caminábamos por la acera de una calle estrecha, al final una gran avenida que nos dividiría. Miré de nuevo aquellos ojos verdes buscando una luz. Esa luz alumbró la larga avenida y al final de ella, encontramos un lecho de amor... en nuestro nido...


Amaramares
15/09/1998

sábado, 15 de agosto de 1998

Capítulo V. Las olas me arrastraron hasta ella




Hacia un calor agobiante, un montón de sombras bailaba a mi alrededor, un cuerpo delgado se movía a mi lado buscando compartir mi soledad y mi tristeza. Una necesidad... salir corriendo de allí, salimos juntas, otras nos siguieron arrastradas por nuestro ímpetu. Queríamos cambiar el humo por el aire limpio, la música ruidosa por el ritmo plácido de las olas, y aquel calor húmedo por la frescura del mar.


Sentadas en corro en la arena, medio desnudas y empapadas, nos reíamos como si hubiéramos hecho una travesura, satisfechas de haber roto el circulo vicioso.

Entonces fue cuando me acordé de ella, a ella le hubiera gustado estar allí y a mí compartir aquellos momentos. Era muy tarde, se acercaba el amanecer y no podía resistir el impulso de correr hasta encontrarla y llevarle un trozo de aquel momento.

No tenia pérdida, sabía que la encontraría entre los animales y acudí llevando conmigo agua marina y arena.

Estaba amaneciendo, un sol redondo y grande me indicó tan claramente el camino que supe que estaba haciendo bien, que debía compartir todo aquello con ella.

Llegué como animal desvalido a acurrucarme en sus brazos, esperando que me acogiera.


Amaramares
15/08/1998

sábado, 8 de agosto de 1998

Capítulo IV. Un lazo envuelto de esperanza


Subí las escaleras sigilosamente, buscando un rincón donde dejar escapar las palabras para llegar a mi amor esperanzado del otro lado del mar. Acurrucada entre un montón de macetas, y cubierta con un manto de oscuridad, escuché su voz. Miraba el cielo, aquel cielo que cubrió tantas noches de mi juventud sin apreciarlo. ¿Aquellas estrellas siempre habían estado allí? si estuvieron no brillaban...

Las palabras llegaron como un lazo. La sombra de la duda había cubierto de nuevo aquel amor esperanzado. Una vez mas la impotencia de la distancia aplastaba mis ansias de volar, enmudecidas por su decisión.

Me preguntaba, ¿Se puede tomar una decisión cuando se tienen dudas?.... por eso atravesé aquel mar que nos separaba y seguí trepando para volver a tocar la nube con la esperanza de llevarla de nuevo conmigo.



Amaramares
08/08/1998

lunes, 22 de junio de 1998

Capítulo III. Sus sombras se besaron



El ensordecedor estruendo de las olas al golpear las rocas despertó sus pasiones.


Paseaban plácidamente a la luz de la luna como unos enamorados cualesquiera, buscando la complicidad entre las rocas. Recorriendo ante la muralla que separaba la bravura del mar del susurro de un amor incomprendido.
Sus cuerpos se reflejaron en la roca, y la sombra de sus labios se unieron con disimulo, brindando a la noche dejar huella en su recuerdo de aquel momento.



Amaramares
22/08/1998

domingo, 7 de junio de 1998

Capítulo II. Un espejo rompió el hechizo


La noche fluía con rapidez, hasta que de pronto... sonaron las campanas de medianoche y ellas dos se encontraron frente a un espejo y el hechizo se desvaneció.


Cayó sobre mí el peso de la dura realidad aprisionándome. No podía respirar, mientras el aire entraba por la ventanilla apagando el calor de la noche, y mi cabeza intentaba encontrar argumentos para retenerla. Mi cenicienta quería volar, salió llorando pero sin evitar desplegar las alas... y dejarme a mí atrás en mi soledad. Yo me quedé pegada a la tierra, por mucho que quisiera seguir volado el gran peso de mi cuerpo y de mis años me lo impedían.

La fuerza de la esperanza y mi resistencia a resignarme me permitieron volar más tarde hasta ella. La encontré en una nube que acunó de nuevo nuestro calor.

En alfombra mágica nos deslizamos entre las nubes sobre el mar, hasta posarnos en los acantilados. El horizonte fue testigo de la grandeza de la ternura y, perdidas en la inmensidad de los mares, nuestros corazones se reencontraron.




Amaramares
07/06/1998

sábado, 6 de junio de 1998

Capítulo I. El rompeolas



Era una noche de verano, si no recuerdo mal con luna llena. Una atracción magnética, un nudo en el estomago, una sonrisa y el sabor a felicidad.


La incertidumbre y el impulso de llevar a cabo un sueño. La comodidad de estar con alguien, que aunque la conocía hacia menos de una semana, me desbordaba. Me sentía como en una canoa por unos rápidos, y a pesar de la velocidad no sentía vértigo. Flotábamos a la luz de la luna sintiendo una paz interior desconocida... un amor saliendo a borbotones nos unía con desconcierto. ¿Cómo podía estar ocurriendo aquello?.

Al día siguiente desperté radiante, una aureola me envolvía dejando huella por donde pasaba, huellas color púrpura que resplandecían en la noche. Mis amigas me sonreían con complicidad, y se sentían orgullosas de verme tan feliz, como si ellas hubieran contribuido en algo, como si aquello no solo me estuviera ocurriendo a mí.

Volvía a vivir y a sentir...


Amaramares
06/06/98