domingo, 7 de junio de 1998

Capítulo II. Un espejo rompió el hechizo


La noche fluía con rapidez, hasta que de pronto... sonaron las campanas de medianoche y ellas dos se encontraron frente a un espejo y el hechizo se desvaneció.


Cayó sobre mí el peso de la dura realidad aprisionándome. No podía respirar, mientras el aire entraba por la ventanilla apagando el calor de la noche, y mi cabeza intentaba encontrar argumentos para retenerla. Mi cenicienta quería volar, salió llorando pero sin evitar desplegar las alas... y dejarme a mí atrás en mi soledad. Yo me quedé pegada a la tierra, por mucho que quisiera seguir volado el gran peso de mi cuerpo y de mis años me lo impedían.

La fuerza de la esperanza y mi resistencia a resignarme me permitieron volar más tarde hasta ella. La encontré en una nube que acunó de nuevo nuestro calor.

En alfombra mágica nos deslizamos entre las nubes sobre el mar, hasta posarnos en los acantilados. El horizonte fue testigo de la grandeza de la ternura y, perdidas en la inmensidad de los mares, nuestros corazones se reencontraron.




Amaramares
07/06/1998

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