
Agotada tras un día duro de trabajo caminando sin prisa, ella no iba a estar. En la oscuridad de la noche un coche azul cielo bien aparcado. Mi corazón arranca con la agitación de una carrera mientras subo las escaleras a gran velocidad, llamándola.
Había llegado antes, esperaba recostada en nuestra cama a que yo llegara. Una mirada triste frena en seco mi velocidad. Ya no hacían falta palabras, había tomado una decisión: abandonar el sabor dulce de un pastel de chocolate y los nervios provocados por una taza de café.
Partió decidida a respirar de nuevo, a airearse, a envolverse con otras caras. Decidida a volver a soñar que puede encontrar unas nuevas alas que la llevaran a su nube.
Amaramares
11/01/2001
1 comentario:
Es bueno airearse, y abrirse también .... profundo, melancólico, y bonito poema...
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